Mi columna de La Democracia, referida al Hospital Vilardebó mi primera Dirección hospitalaria
Días pasados veía con angustia e
indignación, cómo ese hospital continuaba en el estado de deterioro que la
falta de voluntad para revertirla me hizo renunciar a su dirección en noviembre
de 1986, hace más de 40 años y 10 de la “maravillosa” reforma de la salud.
La actitud de las jerarquías
ministeriales me pareció de una impudicia patológica.
Nadie puede mostrar el terrible
deterioro que existe en la sala 11 de seguridad, con tanta liviandad. Nadie
puede sonreír con actitud “paternal” ante el reclamo de un paciente por las
condiciones de los baños de una de las salas del hospital. Nadie puede mostrar
un amontonamiento de camillas en la sala de electro shock, como si formara
parte de un equipamiento necesario para la práctica de esos tratamientos. Da
más la impresión de un depósito de camillas que de una sala de tratamiento.
El número de pacientes es similar
al que tenía ese centro hospitalario, hace 40 años y la cronicidad de los
internados parece seguir siendo predominante.
La imagen del patio de la sala 11 mantiene su
brutal deterioro, pese a que en aquella época se invirtió una suma importante
para su remo delación.
La falta de higiene del tejido
que lo cubre es una muestra del abandono y la desidia.
Los baños eran ruinosos después
de la dictadura y siguen siéndolo pese al implacable transcurrir del tiempo y
al pasaje por el gobierno de todas las fuerzas políticas.
¿Son acaso mejores, en la
atención de esta población tan vulnerable, quienes nos gobiernan actualmente y desde hace
12 años, que los anteriores?
Por otra parte, si eso fue lo que
nos mostraron, alguien se imagina cómo debe de estar el resto de ese magnífico
edificio.
¿Puede alguien tener alguna duda
que estos pacientes forman parte del núcleo mismo de los más desprotegidos? Padecen
de un importante grado de abandono y su patología siquiátrica reduce aún más su
capacidad de salir de esa situación.
Se dijo que se estaba impulsando
una reforma en lo asistencial, para terminar con el hospitalismo que mantiene a
estas personas internadas durante muchísimo tiempo y la solución pasa por las “casas
de medio camino” que se impulsaban en aquella época (jodida innovación de los
refundadores) y que en 40 años parece que se han logrado concretar 10 en todo
el país. Puede alguien, con un mínimo sentido de responsabilidad, decir que es
una alternativa viable.
No hay casas para la gente que
vive en los asentamientos, no hay personal suficiente para atender estos
hospitales, no hay respuesta ambulatoria adecuada para darles seguimiento a
estos pacientes.
¿Cómo piensan hacerlo?
Sin lugar a dudas se trata de otra “pompita” más de las que tanto gustan lanzar
Esta metodología de “parches y
pompitas” distrae del centro del problema: La Salud Mental en toda su
complejidad y diversidad y su asistencia.
Basta de improvisaciones, de
corte y pegue de ideas de otros.
Esta tarea debe de ser enfrentada
por todos, para lograr una solución definitiva que atienda de una vez por todas
a esta gente tan ignorada y desprotegida.
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