viernes, 26 de julio de 2019

El corte de la calefacción en el Hospital Vilardebó. Otra muestra del doble discurso del FA



Durante un tiempo oímos hablar de la nueva Ley de Salud Mental como un logro más en el marco del mayor éxito en materia de políticas sociales, el SNIS. Me refiero a la ley que pretende transformar la atención de la salud mental en el país.


En primer lugar se olvidaron decir que en realidad, durante todo el año 1986, se discutió con todos los actores de la especialidad un Programa Nacional de Salud Mental, que fue aprobado por el Ministro Nacionalista Raúl Ugarte Artola, pero que no se puso en práctica por razones presupuestales.

No me lo contaron. Participé de ese proceso, como Director del Hospital Vilardebo.

Ya en ese entonces desde Italia venía una onda deshospitalizadora, que en la propia Italia terminó generando un problema enorme de pacientes mentales en plena calle.

También en esa época se proponía como muy novedosas, las “casas de medio” camino que ahora estos iluminados refundadores de la patria, han descubierto como la gran salida. Por esa manía de refundar e ignorar lo que ya existía, no averiguaron por qué  no habían funcionado, entre cuyas razones estaban los recursos económicos que una alternativa de esa naturaleza implicaban.

También olvidaron consultar sobre el éxito de la estrategia deshospitalizadora aplicada en la ciudad de Durazno, en aquella época, en virtud de la cual prácticamente no había pacientes crónicos hospitalizados. El secreto radicaba en un equipo integrado por el psiquiatra de esa ciudad, que contaba con personal de enfermería que recorría los domicilios de los pacientes que padecían enfermedades mentales, evaluaban su evolución según un protocolo definido por el especialista, controlaban el correcto uso de la medicación pero que además contaba con el invalorable recurso de la contención por parte de los vecinos del barrio entre los cuales  el paciente era un ser más que convivía permanentemente con ellos. Si surgía algún síntoma de descompensación, el paciente era visto por el especialista, se le ajustaba la medicación y en el peor de los casos se le internaba en una muy corta estadía hasta que recuperaba su estado de compensación y volvía a su comunidad.

Para ello qué se precisaba: Un especialista capaz de trabajar en equipo, con la medicación disponible, con un equipo trabajando en comunidad, con protocolos adecuados, con una familia que lo contuviera en su domicilio y con una comunidad continente donde el paciente funcionara normalmente sin riesgos para él, ni para sus vecinos.

Hoy nos enteramos que el sindicato del hospital Vilardebo denunció ante la justicia que el sistema de calefacción del hospital tiene graves riesgos de generar un incendio y las autoridades resolvieron apagarlo y dejar a los pacientes sin ninguna calefacción, cuando quienes trabajamos en ese hospital sabemos de las características de las salas, con techos altísimos, vidrios rotos y un frío casi de intemperie.

Han resuelto cerrar el Vilardebo, cosa que intentó la dictadura en su última etapa y no pudo hacer y como no les da la nafta para hacerlo bajo su responsabilidad, han optado por ir cerrando el grifo hasta que se termine cerrando por si solo.

Lamentablemente me hace acordar a una estrategia que implementaron también al final de la dictadura con la Colonia Santín Carlos Rossi donde llevaban a los pacientes en peor estado de salud y prácticamente se los abandonaba, liberados a su destino.

La salud mental requiere de grandes reformas, en función de lo que hoy no se hace por ella, de la nueva realidad donde las drogas están haciendo su daño  y las soluciones deben encontrarse entre todos y no vendiendo leyes impracticables que sólo sirven para hacerle creer a los incautos que están haciendo algo.