viernes, 27 de julio de 2018

Tiempo de Grupos de Trabajo y de Propuestas


Cada 5 años los partidos políticos llaman a sus técnicos para definir propuestas en cada área de la gestión, que le ofrecerán a la población a la hora de conquistar su voto.
En cada oportunidad y lo digo con autoridad por haber participado en grupos de salud del Partido desde el año 1984, la gran disyuntiva se plantea entre la oferta, que debe ser  entendida no sólo por la ciudadanía sino por los propios actores que tienen que venderla y el deber ser que siempre es mucho más complejo.

Como experto en temas de salud pública y observador permanente de la realidad del sector, me cuesta muchísimo resignarme a la simpleza de ofrecer soluciones para 3 o 4 temas que parecen tener impacto en la venta, pero que dejan de lado las diferentes patologías que afectan al Sistema de Salud del Uruguay.
Me resisto además a ofrecer una suerte de lluvia de ideas que enumeran algunos problemas puntuales sin ver el trasfondo que tienen.

La primera interrogante que me surge se relaciona con el nivel de atención que se le presta al sector que gasta casi el 10% del PBI. Y digo gasta porque, en muchos casos, no se invierte.
Estamos hablando de casi el doble de lo que se gasta en educación y los resultados lejos están de tener el impacto que esa enorme cifra debería generar.

Pese a la magnitud del gasto, también oímos reclamos de más recursos, mientras tenemos numerosos ejemplos de duplicación de servicios, de falta de racionalidad en el gasto, de despilfarro por falta de coordinaciones interinstitucionales, etc.
Pero el mayor problema es que sólo vemos una parte del problema, porque lo habitual es la falta de una visión sistémica.

Si el gasto es tan importante y los problemas sin resolver son tantos, ¿por qué quienes han pretendido y ahora pretenden gobernar no han querido y siguen sin querer, más que algunos titulares?
Me parece que la respuesta tiene más de una respuesta.

Por un lado es difícil encontrar, incluso entre los colegas, quienes comprendan a cabalidad la complejidad del sector y de su gestión.
Para dar algún ejemplo, si queremos saber si faltan o sobran pediatras y ginecólogos, debemos saber con precisión el número de recursos humanos, en cada categoría, que el sistema demanda. En primer lugar es necesario saber si lo que faltan son esos especialistas o en su lugar, para atender el Primer Nivel de Atención, lo que precisamos son más de 3000 Médicos de Familia y Comunidad. Si llegamos a esa conclusión ¿sabemos cuántos Médicos de Familia tenemos, cuántos médicos rurales o médicos generales que hoy realizan la tarea pueden ser capacitados y actualizados para que cumplan con el rol de los Médicos de Familia mientras se van formando los que faltan? ¿Sabemos qué capacidad tienen las diferentes universidades para formar estos especialistas y los años que demandará su formación? ¿Sabemos cuánto habría que pagarles para que estén dispuestos a radicarse en pueblos muy aislados y qué carrera funcionarial puede ofrecérsele para no tener que quedar anclados de por vida? ¿Sabemos con qué recursos tecnológicos los vamos a apoyar, cuando estén lejos de todo y enfrentados a alguna situaciones complejas que superen su capacidad de resolución?

Como se puede comprobar la respuesta es mucho más compleja y exige un análisis mucho más profundo.
Por otra parte si pretendemos que el MSP fortalezca su rol de Rector de la Salud y por ende de Policía Sanitario, debemos saber que no basta con aumentarle el número de inspectores. Hay que generar una serie de indicadores para que ese control sea posible. Hay que protocolizar la atención dotándola de los algoritmos correspondientes para que se pueda evaluar el cumplimiento y sus fallas. Hay que incorporar la informática para facilitar y apoyar las acciones de contralor, etc.

Al mismo tiempo ¿Puede el MSP controlar con equidad, cuando es Juez y parte, al tener que supervisar organismos dirigidos por ciudadanos que representan al mismo Poder Ejecutivo que el Sr. Ministro? ¿No habrá que pensar en otra forma de gestión de organismos como ASSE, donde quien la dirija sea electo por concurso y no por afinidad política?
Sólo dos ejemplos de la complejidad del tema si se pretende abordarlo con seriedad y sobre todo con responsabilidad.

Existe a mi juicio, una dificultad importante por parte de los actores políticos para comprender la complejidad del tema y sobre todo para comprender el impacto que tienen los errores que se cometen sobre el 10% del PBI.
No es casualidad que tradicionalmente el MSP ha sido una cartera que siempre está en las negociaciones políticas cuando de acuerdos se trata. Es uno de los ministerios que pueden ser ofrecidos.

Pero si eso ocurriera, no debería impedir que quien pretenda gobernar sepa con certeza qué se le va a exigir a ese Secretario de Estado y a quienes se hagan cargo, en representación del Poder Ejecutivo de los organismos estatales que prestan servicios de salud.
Para ello, creo yo, se debería replantear la estrategia y las demandas que se le hagan al grupo, exigiendo más profesionalidad entre quienes participen en la elaboración de las propuestas, sin ignorar a todos aquellos que desde los diferentes sectores quieran aportar sus inquietudes, que en general son muy parciales y a veces demasiado personales, pero que forman parte de la visión sistémica tan necesaria.

domingo, 1 de julio de 2018

Las adicciones y la respuesta del Sistema Nacional “Integrado” de salud.


Literalmente, ignorar la presencia cada vez mayor del fenómeno de la drogadicción en nuestro país, es mirar para el costado.
Esta patología social se asocia sistemáticamente con la delincuencia, con la ocupación de las calles por gente que llega a esos extremos de la mano del consumo, con la deserción juvenil en el sistema educativo, etc.

Frente a esta realidad, que sin lugar a dudas es una emergencia nacional, la respuesta del Sistema Nacional de Salud es por decirlo muy suavemente absolutamente insuficiente.
Si se analiza la oferta de camas para la desintoxicación, la oferta es paupérrima.

Según un artículo del Diario El País, mientras la oferta de algunas ONG es de 2.000 lugares, los organismos estatales ofrecen 238 cupos. El mutualismo ofrece algunas alternativas de internación, pero también son escasas.
Pero entiendo que no basta con mirar la respuesta sólo desde el ángulo de la internación, imprescindible para la desintoxicación.

Es necesario considerar el antes y el después.
El antes es un tema socio cultural que involucra áreas tan dispares como las políticas sociales específicas, lo educativo, lo cultural que incluye los valores familiares y sociales, el sistema de seguridad que permite al narcotráfico dominar espacios sociales y captar para su negocio a jóvenes dependientes.
En ese antes es necesario resaltar que el problema corta la sociedad transversalmente, involucrando a las diferentes clases sociales y hoy los jóvenes de todas ellas están tentados a ingresar a los diferentes consumos y por ende a las diferentes adicciones y como consecuencias a los más variados riesgos.

Todo hace pensar que el antes forma parte sustancial de la gravedad del problema, porque su incapacidad para controlarlo hace que se sigan incorporando adictos.
El después es aún más grave.

Por su ineficiencia y su incapacidad notoria para enfrentarlo desde el tratamiento, muestra un grado mayor de insensibilidad e indiferencia del poder político del sector de la salud y del poder político en general.
Como es el caso de las enfermedades mentales donde el patear para el futuro, le da un descanso a la conciencia y evita su adecuada atención, o como es el caso de la epidemia de suicidios que nos ha situado en un lugar destacado en el contexto mundial y que la inoperancia y la ideología imperante ha hecho que se cerrara la única línea telefónica que daba asistencia a estas personas dispuestas a abandonar la vida por no poder enfrentar sus problemas, el tema de las adicciones parece querer resolverse con algunos titulares, que dejan un enorme vació de asistencia sin resolver.

Cada tanto se anuncia la habilitación de camas especializadas, en hospitales generales, que evidentemente son insuficientes y cuyo único efecto es el de crear la sensación de que los responsables hacen algo.
Se nos dice de la imposición a las prestadoras de servicios de salud de la obligación de atender las enfermedades mentales y entre ellas las adicciones y uno se pregunta varias cosas:

  • Con qué medios inspeccionan el cumplimiento de estas pautas asistenciales, si es notorio que carecen de un cuerpo inspectivo adecuado y suficiente para atender todas las exigencias que implican el ejercicio de la autoridad sanitaria.

  • A quién se le puede ocurrir que en un sistema donde los especialistas deben atender un número importante de pacientes por hora de consulta, se puede atender adecuadamente las necesidades de apoyo terapéutico que un adicto puede tener.

En definitiva todo se reduce a repetir medicación indicada durante la internación y al aporte que hacen los grupos de adictos anónimos que tienen sus particularidades y que no ofrecen mayores garantías de rehabilitación, porque entre otras cosas hay muchas patologías involucradas.

En suma un fracaso más de esta “exitosa reforma de la salud” invocada por la fuerza política gobernante como ejemplo de sus logros tras 13 años de ejercicio absoluto del poder político.