viernes, 21 de septiembre de 2018

La Salud Mental y las mentiras de la Fuerza Gobernante


Escuchaba una canción que tenía como estribillo algo que se repite hace mucho tiempo: “La mentira dicha mil veces se parece demasiado a la verdad”
Sin lugar a dudas, para estos grandes y patológicamente mentirosos, eso se ha convertido en la herramienta más poderosa para esconder incapacidades, desidias y contradicciones.

Un claro ejemplo es todo lo que se vincula con la salud mental.

Todos sabemos que es un tema que golpea muy fuerte en la conciencia colectiva y que en términos generales se prefiere ignorar para no cargar con su pesada carga.
Quienes nos gobiernan también saben eso y por ello lo han manejado de tal manera que les permite dar la sensación de que hacen cosas pero como en el gatopardo "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie"

Hubo crisis en las Colonias y muy poco se hizo, el Vilardebo sigue acarreando los males que padecía cuando lo dirigí en 1986, el alcoholismo sigue creciendo y cada vez capta más jóvenes a menor edad, los suicidios nos ubican en lugares relevantes en las estadísticas mundiales, etc., etc.
Las respuestas muestran como un gran logro una Ley de Salud Mental que al igual que el Programa de Salud Mental de 1986, no tiene financiamiento y propone medidas y acciones que no parecen compatibles con nuestra realidad.

Frente a los suicidios, suspendieron el vínculo con Último Recurso, la ONG que daba contención desde hace muchos años a las personas que sentían que el suicidio era una opción y en su lugar pusieron en marcha un servicio que derivaba a esos pacientes a los servicios disponibles en el mutualismo, a sabiendas que para ese fin son prácticamente inexistentes. Hoy no sé qué es lo que existe como servicio disponible.
Pero lo que genera mayor alarma es el zigzagueo frente a las adicciones, relacionadas con el alcohol y con las drogas.

El combate al tabaquismo, por su relación con el cáncer de pulmón, ha sido motivo de orgullo para el país y para su principal impulsor, nuestro Presidente de la República.
Mientras tanto el alcoholismo que, según las encuestas, cada vez atrapa más a nuestros jóvenes, no ha ido más allá de una ruidosa comisión, mientras los comercios que expenden bebidas alcohólicas a nuestros menores, lo siguen haciendo a la vista de quien lo quiera ver, sin hacer nada al respecto.
Con las drogas que generan adicción vemos con asombro cómo los líderes políticos van a los bandazos, sin mostrar una posición similar al exhibido frente a l tabaco.

Mujica impulsó la legalización de la producción y venta de la marihuana, mientras Vazquez sostenía que fumarla implicaba riesgos para la salud, comparables con los que generaba el fumar tabaco.
Cuando se generó el problema con la banca y las normas financieras internacionales, vimos a Mujica amenazar al Vázquez con “trancar todo” en el parlamento y a Vázquez recular elegantemente.

Hoy parece que hay crisis en la pareja y Vázquez ha resuelto recuperar su opinión negativa, bien guardada.
Por otra parte hemos tenido que asistir a un operativo que ha tomado enormes proporciones mediáticas, por el cual ha quedado en evidencia el fracaso de las medidas implementadas con la marihuana como freno a la expansión de las ventas clandestinas, pero que al mismo tiempo nos quieren hacer creer que había una sola banda, que los “gordos” estaban entre los encausados y que la lucha entre bandas, tan difundida por el propio gobierno, era contra la nada porque de la otra banda no se ha sabido prácticamente nada.
Las bocas siguen como si nada, mientras sigue el circo en los Palomares.

El Ministro del Interior junto a otros jerarcas dejan en evidencia que somos un colador, pera el ingreso clandestino de lo que sea.
Un conteiner lleno de cocaína aparece en nuestro puerto.

En suma frente a un problema notoriamente importante, que requiere respuestas muy serias, tenemos una fuerza política que miente en reiteración real y que aplica cada vez con mayor eficiencia la estrategia del gatopardo, para captar a quienes no logran ver lo que reamente sucede por detrás de su estrategia.

viernes, 7 de septiembre de 2018

El alcohol y nuestros jóvenes

Hoy los informativos dejaban en evidencia el alto nivel de consumo de alcohol por parte de nuestros adolescentes.
Las encuestas realizadas no hacen más que confirmar lo que todo el mundo puede ver cuando llega la noche los fines de semana.

Plazas, calles cercanas a centros donde se organizan bailes, estaciones de servicio donde se expenden bebidas alcohólicas, se convierten en lugares de encuentro de adolescentes que realizan “la previa” consumiendo abundante alcohol.
La rutina indica que esta etapa es seguida por reuniones bailables donde generalmente se lleva  o se vende alcohol en forma clandestina porque está prohibido su venta a menores de edad.

El resultado es un habitual o por lo menos frecuente consumo excesivo de alcohol por parte de los jóvenes, ya a partir de los 13 años.
Desde hace ya muchos años la fuerza política que gobierna y al influjo de mi colega el oncólogo, persigue el objetivo de reducir el consumo de tabaco, con reconocido éxito. De hecho nuestro Presidente es reconocido internacionalmente por esa batalla en la que ha enfrentado el poder de grandes tabacaleras.

Podemos reconocer su persistencia como resultado de condición de oncólogo, testigo permanente del impacto que tiene ese consumo en la aparición de lesiones cancerosas de pulmón.
Lo que llama profundamente la razón es la desidia con que se ha enfrentado este otro consumo que deja lesiones importantes pero, lo que es aún peor, expone a nuestros jóvenes a riesgos mucho mayores en tiempos donde la violencia y la grieta social parece crecer sin parar.

¿Será que lo que importa es la fama como oncólogo luchando contra el cáncer generado por el tabaco mientras la lucha contra el alcoholismo no sea tan redituable?