Las encuestas realizadas no hacen más que confirmar lo que todo el mundo puede ver cuando llega la noche los fines de semana.
Plazas, calles cercanas a centros
donde se organizan bailes, estaciones de servicio donde se expenden bebidas
alcohólicas, se convierten en lugares de encuentro de adolescentes que realizan
“la previa” consumiendo abundante alcohol.
La rutina indica que esta etapa
es seguida por reuniones bailables donde generalmente se lleva o se vende alcohol en forma clandestina porque
está prohibido su venta a menores de edad.
El resultado es un habitual o por
lo menos frecuente consumo excesivo de alcohol por parte de los jóvenes, ya a
partir de los 13 años.
Desde hace ya muchos años la
fuerza política que gobierna y al influjo de mi colega el oncólogo, persigue el
objetivo de reducir el consumo de tabaco, con reconocido éxito. De hecho
nuestro Presidente es reconocido internacionalmente por esa batalla en la que
ha enfrentado el poder de grandes tabacaleras.
Podemos reconocer su persistencia
como resultado de condición de oncólogo, testigo permanente del impacto que
tiene ese consumo en la aparición de lesiones cancerosas de pulmón.
Lo que llama profundamente la
razón es la desidia con que se ha enfrentado este otro consumo que deja
lesiones importantes pero, lo que es aún peor, expone a nuestros jóvenes a
riesgos mucho mayores en tiempos donde la violencia y la grieta social parece
crecer sin parar.
¿Será que lo que importa es la
fama como oncólogo luchando contra el cáncer generado por el tabaco mientras la
lucha contra el alcoholismo no sea tan redituable?
No hay comentarios:
Publicar un comentario