Una nota de prensa señalaba: “En
2025 no quedarán más clínicas psiquiátricas privadas, hospitales monovalentes
(los llamados manicomios) ni las polémicas colonias (como la Etchepare). Y
desde la noche del pasado miércoles, cuando se promulgó la nueva ley de salud
mental, quedaron prohibidas las nuevas internaciones en este tipo de recintos y
la apertura de nuevos establecimientos. Al menos en teoría, porque los
legisladores votantes reconocieron que "el modelo se irá ajustando sobre
la marcha".
Nadie puede discutir que, como ya
lo he señalado en más de una oportunidad, este tipo de servicios (sobre todo en
la órbita estatal) ha sido y sigue siendo verdaderos depósitos de deshechos
humanos.
Sólo la incansable presencia de
muy pocos familiares y de algunos grupos sociales muy solidarios, impide que
las cosas no sean mucho peores.
Aparentemente la estrategia se
basa en primer lugar en impedir la internación de nuevos pacientes en estos
servicios y simultáneamente prohibir la creación de servicios similares. Parece
bastante lógico que apostando a la biología y sin cambios sustanciales en las
condiciones de vida y asistencia de los ahora internados, en 8 años la
población interna se habrá reducido sensiblemente.
Al final de la dictadura, frente
a la misma problemática, se decidió que a
la Colonia Santin Carlos Rossi (frente a la Etchepare) fueran trasladados los
pacientes con peor pronóstico y se les dejó en condiciones casi de abandono
como forma de poder cerrarla definitivamente.
No quiero afirmar que ahora se
esté pensando en una brutalidad similar, pero de alguna manera me temo que el
resultado y el devenir de este proceso vayan en un sentido parecido.
En 1986 participé, como Director
del Hospital Vilardebó, de un grupo de trabajo creado para formular un nuevo
Programa de Salud Mental. Con excepción de los representantes de los usuarios
(representación muy difícil de elegir) no quedó nadie afuera de ese grupo.
El resultado: Un Programa
Nacional de Salud Mental con el apoyo de todos los sectores involucrados, aprobado por el Sr. Ministro de Salud Pública.
Se podrán preguntar ¿Qué pasó con
él?
NADA. Era muy bonito pero
impracticable, porque no existían los recursos necesarios, pero tampoco parecía posible la
coordinación entre el sector público y el privado, como forma de racionalizar
los gastos.
En aquella época el modelo
italiano de la deshospitalización hacía furor. También fracasó porque no se
habían previsto alternativas asistenciales que permitieran mantener estos pacientes fuera de los hospitales.
Muchas veces he señalado que
aquello de no poner la carreta delante de los bueyes, no es sólo para las
carretas.
Antes de inventar cambios hay que
analizar qué hacer con los impactos que esos cambios pueden generar.
Si hoy el país tiene un problema
enorme con las residencias para ancianos, que lejos está de poder ser resuelto.
Si han inventado un Sistema Nacional de Parches al problema de los ancianos, con
el SN de Cuidados, alguien en su sano juicio me puede asegurar que van a
existir alternativas para cuidar de los sobrevivientes al cierre y de los
futuros pacientes siquiátricos crónicos.
Me temo que no, pero fue
políticamente correcto y a nadie le dio la nafta para ponerle freno al delirio.
Los que viven en la calle, muchos
de ellos pacientes siquiátricos crónicos y sin familia, tampoco tendrán donde
ir y seguramente se unirán a otros más que, al no tener dónde internarse,
aumentarán la población en esa situación.
Claro, el problema se trasladó, en
la teoría, para el 2025 y mientras tanto a una reglamentación que sólo Dios
sabrá cuando será redactada y aprobada.
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