viernes, 18 de agosto de 2017

La nueva ley de Salud Mental y los centros de internación para pacientes crónicos


Una nota de prensa señalaba: “En 2025 no quedarán más clínicas psiquiátricas privadas, hospitales monovalentes (los llamados manicomios) ni las polémicas colonias (como la Etchepare). Y desde la noche del pasado miércoles, cuando se promulgó la nueva ley de salud mental, quedaron prohibidas las nuevas internaciones en este tipo de recintos y la apertura de nuevos establecimientos. Al menos en teoría, porque los legisladores votantes reconocieron que "el modelo se irá ajustando sobre la marcha".

Nadie puede discutir que, como ya lo he señalado en más de una oportunidad, este tipo de servicios (sobre todo en la órbita estatal) ha sido y sigue siendo verdaderos depósitos de deshechos humanos.

Sólo la incansable presencia de muy pocos familiares y de algunos grupos sociales muy solidarios, impide que las cosas no sean mucho peores.

Aparentemente la estrategia se basa en primer lugar en impedir la internación de nuevos pacientes en estos servicios y simultáneamente prohibir la creación de servicios similares. Parece bastante lógico que apostando a la biología y sin cambios sustanciales en las condiciones de vida y asistencia de los ahora internados, en 8 años la población interna se habrá reducido sensiblemente.

Al final de la dictadura, frente a la misma problemática, se decidió que  a la Colonia Santin Carlos Rossi (frente a la Etchepare) fueran trasladados los pacientes con peor pronóstico y se les dejó en condiciones casi de abandono como forma de poder cerrarla definitivamente.

No quiero afirmar que ahora se esté pensando en una brutalidad similar, pero de alguna manera me temo que el resultado y el devenir de este proceso vayan en un sentido parecido.

En 1986 participé, como Director del Hospital Vilardebó, de un grupo de trabajo creado para formular un nuevo Programa de Salud Mental. Con excepción de los representantes de los usuarios (representación muy difícil de elegir) no quedó nadie afuera de ese grupo.

El resultado: Un Programa Nacional de Salud Mental con el apoyo de todos los sectores involucrados,  aprobado por el Sr. Ministro de Salud Pública.

Se podrán preguntar ¿Qué pasó con él?

NADA. Era muy bonito pero impracticable, porque no existían los recursos necesarios, pero tampoco parecía posible la coordinación entre el sector público y el privado, como forma de racionalizar los gastos.

En aquella época el modelo italiano de la deshospitalización hacía furor. También fracasó porque no se habían previsto alternativas asistenciales que permitieran mantener estos pacientes fuera de los hospitales.

Muchas veces he señalado que aquello de no poner la carreta delante de los bueyes, no es sólo para las carretas.

Antes de inventar cambios hay que analizar qué hacer con los impactos que esos cambios pueden generar.

Si hoy el país tiene un problema enorme con las residencias para ancianos, que lejos está de poder ser resuelto. Si han inventado un Sistema Nacional de Parches al problema de los ancianos, con el SN de Cuidados, alguien en su sano juicio me puede asegurar que van a existir alternativas para cuidar de los sobrevivientes al cierre y de los futuros pacientes siquiátricos crónicos.

Me temo que no, pero fue políticamente correcto y a nadie le dio la nafta para ponerle freno al delirio.

Los que viven en la calle, muchos de ellos pacientes siquiátricos crónicos y sin familia, tampoco tendrán donde ir y seguramente se unirán a otros más que, al no tener dónde internarse, aumentarán la población en esa situación.

Claro, el problema se trasladó, en la teoría, para el 2025 y mientras tanto a una reglamentación que sólo Dios sabrá cuando será redactada y aprobada.

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