Días pasados nos asombrábamos por
lo sucedido en las Colonias Psiquiátricas. Un poco antes, lo sucedido en el
Vilardebó, nos mostró otro lado oscuro que no queremos ver.
Hoy nos enteramos que una
residencia para ancianos fue cerrada por el MSP, al ser procesada con prisión
la encargada, por no cumplir adecuadamente con los servicios que allí debían
prestarse.
Tres hechos no menores, que
afectan a sectores de la población, altamente vulnerables. Me refiero a los
pacientes psiquiátricos y a los ancianos.
Nadie puede dudar que tanto en un
caso como en el otro, muy poco se ha hecho en los últimos 40 años.
El Vilardebó arrastra sobre sus
espaldas las salas de seguridad, verdaderos depósitos de deshechos humanos. Su
condición de centros de reclusión genera trastornos severos en el
funcionamiento del resto del hospital y hace que el resto de la planta física
termine mimetizándose con ellas y generando las peores condiciones para la
internación de quienes no tienen orden judicial.
Desde la Sociedad de Psiquiatría
se ha reclamado la necesidad de un centro de internación psiquiátrica, para
pacientes que deben permanecer privados de su libertad.
Las Colonias alojan un número muy
importante de pacientes, provenientes en su enorme mayoría del interior, que
raramente son visitados por sus familiares.
Por su estructura edilicia (un
gran número de pabellones aislados entre si, en un predio de gran tamaño), por
estar separados por una ruta, por tener una integración patológica con el
entorno (robos, intercambio de bienes como la yerba y el tabaco por zapatos y
camisas, espacio donde deshacerse de animales, etc.) se han convertido en la
pesadilla de quienes tienen y han tenido la responsabilidad de su gestión, sin
encontrarse solución alguna para normalizarla y sostenerla en el tiempo.
Por su parte las residencias para
ancianos, desde que tengo memoria han mostrado realidades muy diferentes entre
aquellas registradas y controladas por los organismos responsables y las que no
lo están, que lamentablemente son la enorme mayoría.
De una manera o de otra, en
Montevideo o en el interior, nos enteramos de residencias donde se tienen ancianos
en condiciones absolutamente inhumanas.
Pero el sistema político y la
sociedad toda, prefiere ignorar una realidad que afecta a muchísima gente,
mientras el Presidente de la República nos dice que para su gobierno la Salud
Pública es una prioridad.
Lo sucedido en Salto nos muestra
que no se puede jugar a la autoridad y decretar el cierre, porque no hay
opciones de internación para esa población que ha perdido contención familiar o
capacidad para auto cuidarse.
Cada uno de estos temas requiere
de respuestas concretas y sustentables, como puede ser la creación de ese
hospital psiquiátrico que mantenga recluidos a sus internos, manejado por
quienes saben del tema y apoyados por los servicios asistenciales pertinentes; la
conversión del Hospital Vilardebó en un centro para la internación aguda
psiquiátrica de toda la población que lo requiera, (como lo fue hace muchos
años) en una tarea complementaria entre el sector público y el privado,
aprovechando su enorme planta física y su capacidad de reciclaje y redefinición
de espacios. Y para los ancianos desvalidos,
que están internados en las residencias no registradas, soluciones reales que
deberían llegar antes de tratar de inventar Sistemas de Cuidados que no los
contemplen.
Todo eso será posible el día que
los uruguayos saquemos la cabeza del pozo y asumamos con valentía la
responsabilidad de reclamar por quienes no pueden hacerlo, impidiendo que se
siga haciendo demagogia y se siga aprovechando estas tragedias, alternadamente,
para reclamar desde la oposición a los que están en el gobierno, olvidando
cuando se accede al gobierno lo que se reclamaba desde la oposición.
Si no lo hacemos deberemos pensar
seriamente si no será necesario incorporar al avestruz entre los símbolos que
nos identifican.
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