En publicación anterior comentaba el número creciente de personas en
situación de calle, padeciendo las inclemencias del tiempo y el casi seguro
vínculo de este fenómeno con el aumento de la drogadicción.
Hay estudios que confirman el aumento del consumo de algunas
drogas que antes, por su costo, eran menos accesibles.
La información policial señala la creciente participación
juvenil en este problema. La deserción liceal es otro dato concurrente.
Como si todo ésto fuera poco, maestras comparten experiencias de aula en las que escolares manifiestan tener que salir temprano para ayudar a sus madres transportando drogas, con túnica puesta y en sus mochilas para abastecer bocas en otros barrios.
Días pasados este tema fue abordado en un programa televisivo, en el
que participaron profesionales vinculados a la temática y familiares de jóvenes
presos de esa adicción.
Los testimonios de esas madres fueron desgarradores, al
extremo que una de ellas manifestó la convicción de que ante la falta de
respuestas adecuadas y ante el agravamiento de la patología de su hijo, estaba
dispuesta a terminar con la vida de éste, para no verlo tirado por allí
convertido en un despojo.
Se discutía si se estaba de acuerdo o no con la internación
compulsiva. Los especialistas participantes señalaron la existencia de
respuestas institucionales que contemplaban algunas demandas, pero quedó en
claro que la magnitud de esas respuestas es absolutamente insuficiente, que la
complejidad de la patología puede ser muy grande y que la precocidad en el
abordaje es esencial para tener buenos resultados.
Como se señalaba en el informe que hice referencia
anteriormente, es imprescindible trabajar con los jóvenes en su educación, en
su inclusión en actividades deportivas y en su contención familiar y/o social.
Por otra parte es imprescindible que el sistema político en
general, tome cuenta a cabalidad de la magnitud de esta epidemia, que debe ser
considerada como un serio problema de la salud pública y que urgentemente se
deben focalizar recursos para su abordaje, asumiendo que las respuestas
actuales son absolutamente insuficientes tanto en el ámbito público como en el
privado.
Se puede coincidir que la fuerza política que gobierna con
mayorías absolutas, es la principal responsable, pero ningún partido de la
oposición puede ignorar la gravedad de esta amenaza, porque es absolutamente
claro que no hay nadie que pueda estar ajeno al problema, que corta
transversalmente a toda la sociedad.
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