Publicada en el Semanario Búsqueda
Habiendo dirigido el primero y
habiendo tenido bajo mi responsabilidad, como Director General de ASSE, las dos
colonias, desearía compartir algunas reflexiones al respecto.
Mucho se ha hablado últimamente
de ambos servicios dejando al descubierto su triste función de verdaderos
depósitos de deshechos humanos.
Vemos a la prensa y a la
población, a su influjo, horrorizarse de las realidades que emergen, cual punta
de un enorme iceberg, en sus dominios.
Durante la dictadura, verdaderas
barbaridades se cometieron con sus pacientes. Cuando asumí la dirección del
Vilardebó, a menos de 2 años de finalizado el gobierno militar, comprobé las
condiciones absolutamente inhumanas en que vivían los pacientes de ese hospital.
Se intentó cerrar el hospital, porque su predio era valioso y porque era una
verdadera vergüenza tener, a la vista de todo el que por ahí pasara, esa triste
y atroz realidad. Lejos de esconder la realidad la hice pública y sacudimos la
conciencia ciudadana, lo que nos permitió vender un número considerable de
cupones para una rifa, cuyo resultado económico permitió realizar algunas obras
para mejorar aquella situación. Recuerdo que el periodista Nano Folle realizó
un informe con un vídeo de la planta física del Hospital en general y de la
sala 11 en particular.
Renuncié, un año después, porque
no logré obtener respuestas acordes de las autoridades del momento, para
continuar cambiando esa realidad.
En 1988, como Director de ASSE,
participé en la mayor inversión hecha por el Estado en las colonias. El
Ministro Ugarte resolvió vender el Hospital Marítimo de Maldonado y la
totalidad de lo recaudado fu invertido en la recuperación de los pabellones,
cocinas, etc. Ahí, durante el gobierno militar se había implementado una
estrategia aterradora. Aquellos pacientes que se encontraban en peores
condiciones se ubicaban en la Colonia Santin C. Rossi, donde las condiciones
edilicias eran desastrosas y donde se les alimentaba deficientemente. Testigos
de aquella época lo comparaban a un verdadero campo de concentración.
Pese a la enorme inversión, a
disponer de dos directores, uno para cada colonia, la situación era inmanejable
y ya en aquel entonces realicé el planteamiento de que había que terminar con
esa estructura. La enorme mayoría de los pacientes pertenecían al interior. Muy
pocas visitas recibían, como ahora. Lo más lógico parecía ser proceder al
traslado de los internos a sus departamentos de origen, creando pequeñas
unidades asistenciales, que darían trabajo a la población, que lograrían una
mejor calidad en la atención, como sucede habitualmente en las ciudades del
interior y poniendo bajo la responsabilidad de los especialistas locales su
tratamiento.
La primer resistencia fue del personal,
que veía peligrar su fuente de trabajo y los beneficios extraordinarios que una
estructura de esta naturaleza genera desde el entorno.
El segundo obstáculo está
determinado por la indiferencia de todos nosotros, que preferimos, como el
avestruz, esconder la cabeza y sólo sacarla cuando algún hecho alarmante nos
sacude.
Estoy haciendo referencia a una
realidad que por lo menos lleva 30 años.
Durante esos 30 años han pasado
muchos gobiernos y la situación sigue igual.
Después de 10 años de gobierno del
mismo partido político, se nos dice que hicieron lo posible y la realidad
muestra que una vez más han fracasado
Las declaraciones del Ministro
Basso son alentadoras. Se debe terminar con ésto.
¿Cuál es la solución?
Supongo que se debería partir de
una búsqueda conjunta, de todas las fuerzas políticas, para reformular
realmente el Programa de Salud Mental y las condiciones en que se mantienen a
sus internados.
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